Una ventana abierta al cambiante mundo y el esfuerzo por tratar de ajustarse a esa realidad fugaz, a la que llamamos Vida

lunes, septiembre 13, 2010

A veces segundos platos son buenos

Buscaba algo ameno para leer y en la biblioteca de Coral Gables me topé con la edición del 2005 de El pez en el agua (Alfaguara) de Mario Vargas Llosa. Mi primer encuentro con el novelista peruana fue en 1964 -creo que a finales- me habían castigado a una granja de reeducación -léase trabajos forzados- luego de unos tres años de vida no muy casta en Moscú, y al salir del castigo me encontré realizando labores de cicerone e intérprete con científicos de la URRS de visita en Cuba. Con el primer salario me compré una camisa de mangas cortas en la tienda Fin de Siglo -en el 1964 todavía las camisas se vendían por la libre, sin control de libretas- en La Habana, en la calle San Rafael. Y en esa misma tienda hallé la primera edición de La ciudad y los perros de Vargas Llosa. Al parecer se comerciaba ya con la España franquista. A los pocos años se produjo la ruptura de MVLl con la revolución cubana y sus novelas y libros fueron condenados al ostracismo. Fuera de las garras de los ciudadanos normales quienes carecíamos de ideología para entender a los "supuestos enemigos de la gran causa cubana".
Por eso este libro autobiográfico me ha llevado a leer dos de las novelas digamos "censuradas por le policía cultural cubana" en la década de los años 60: "La casa verde" y "Conversación en la Catedral". Nunca es tarde si es una buena lectura.
A un amigo guitarrista, le pasó algo similar con Los Beattles. Prohibidos en Cuba, al llegar a Miami acaparó cuanta cosa tenía el nombre del conjunto inglés: libros, cedés, dvds, pelñiculas, canciones.. toda una parafernalia veinte años después que el conjunto hubiera desaparecido y hasta uno de sus integrantes ya fallecido.
Son las pequeñas historias de la vida bajo el "modelo cubano de Fidel Castro" que nadie comenta. No solamente nos robaron la juventud si no que nos aislaron del mundo y nos prohibieron leer y escuchar música. Yo me enteré que un norteamericano había llegado a la Luna en la biblioteca de la Alliance Francaise de La Habana en una revista Paris Match. Imagínense que el 99% de mis coteráneos nunca se enteraría de ello. Únicamente lo aprobado por la censura. Por eso somos, los cubanos de mi generación, algo extraños con mucha nostalgia y una pata en el pasado y la otra en el presente en una ejercicio circense que promueve carcajadas en el mundo.
Basta de descarga para un lunes-
Para terminar. No se quemó ni un Corán, pero sí se quemaron banderas norteamericanas ante el silencio cómplice de la prensa iberoamericana, y europea. ¡Vaya con estos aliados! ¡No te fíes de ellos!

Wesbri

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