Una ventana abierta al cambiante mundo y el esfuerzo por tratar de ajustarse a esa realidad fugaz, a la que llamamos Vida

jueves, marzo 04, 2010

Introspección


¡Quizás este blog no les guste a algunos! Pero lamento afirmar que el terremoto de Chile me ha conmovido más que el de Haití. Y voy a aprovechar algo de lo poco que aprendí en la CAU cuando estudiaba la maestría en psicología para auto-analizarme. Primero. Me identifico más con los chilenos por varias razones, la misma lengua, la misma cultura, con sus localismos, por supuesto, el hecho de haber visitado Chile y de haber recibido una excelente impresión del país y sus habitantes. Impresión superficial y subjetiva. No se conoce un país viajando como turista por una semana. Y el hecho de los dos premios Nobel de Literatura don Pablo y doña Gabriela.
De Haití no conozco mucho. Hablan kreyol, una mezcla de francés con remanentes de dialectos africanos. Confieso que desconozco su literatura. Estudié en la UH parte de su historia en Historia de América con el Profesor Galich, un mestizo guatemalteco de izquierda que alababa la revolución haitiana y condenada las intervenciones norteamericanas en el país. Nada agradable. Por eso no me chocó tanto la tragedia haitiana como la chilena. Pero, ahora viene la parte de abrir mi mente y reconocer que en el fondo hay un contenido racial. Los haitianos son negros pobres. Los chilenos son descendientes de europeos aunque mezclados con los mapuches. Es increíble el mestizaje indio-europeo en Sudamérica. O sea que en el fondo de mi cerebro se ocultan ideas racistas. Es el miedo que durante 200 años nos inculcaron en Cuba. Debíamos evitar que la isla se convirtiera en otro Haití, por lo que Cuba debía ser blanqueada cada cierto número de años mediante la importación de emigrantes europeos o asiáticos, no importaba todo para que ellos los prietos no fueran mayoría. Y ahora que voy a hacer. Los de color son mayoría en Cuba, la isla se ha depauperado en los últimos 50 años hasta llegar a los bajos niveles del tercer-mundismo sin tener nada que envidiarle a Malí, Congo o Haití. ¿qué hago ahora? Reconocer mi bagaje racista y lidiar con él? Pues como cubano debo enfrentar la triste realidad. Los blancos, quasi-blancos, aparente-blancos hemos emigrado a España y EEUU principalmente y los prietos, de color, negros, se han quedado en la isla. Me espera una dura lucha contra la ignorancia en que se basan mis prejuicios racistas. Hay que reconocer nuestros defectos. Hasta aquí mi auto-crítica para que no me retiren el carné de cubano residente en Miami.
Buenos días, y solamente-con la mano en el corazón responde- ¿y tu abuela, ónde etá?
Un abrazo del arrepentido racista
Wesbri

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