La página en blanco

El horror a la página en blanco como un enorme hueco negro que te va a devorar. Los temas empiezan a escasear. El sudor perla mi frente y el otro gran temor para cualquiera que esté en la séptima década de vida: el alemán me acecha (humorísticamente, el Alzheimer's). Busco febrilmente fotos que me inspiren. Casi no hay. Busco la imagen de una joven presentadora de TVE, pero el miedo a que me acusen de acoso me paraliza. Estoy en una encrucijada mental y emocional.

¿Sobre qué voy a hablar que no lo haya hecho ya en estos dos años y medio de blogeo constante, insultante, y horripilante (hasta las rimas empiezan a huir de mis manos)?

Historias vanas como las avellanas.

Aventuras duras como cataduras.

Inventos lentos como fermentos.

Esto es una tortura creativa. y grito aterrorizado (en broma) para ver si mis neuronas despiertan y me traen algo novedoso que arranque el Ah de los lectores, a quienes me debo, quienes me apoyan con sus comentarios. Entonces, veo la ironía de la vida el pequeño mojón que anuncia a Miami Avenue como un lugar histórico. Aquí vivieron los Brickell, posibles fundadores de la ciudad. Ahora se erigen mansiones de millones de dólares. Un puesto para comerciar pieles con los indios se ha convertido en un centro de ricos. ¿quién se lo iba a imaginar? Ni los pobretones indios locales, ni la familia que supongo vivía sin muchas comodidades en la frontera de la civilización.

Eureka, sin darme cuenta he escrito como Lope de Vega mi soneto blogero.

Wesbri algo abrumado.