Una ventana abierta al cambiante mundo y el esfuerzo por tratar de ajustarse a esa realidad fugaz, a la que llamamos Vida

jueves, julio 24, 2008

La ciencia de los huracanes

Dolly aterrizó en Texas. Bertha se perdió en el Atlántico, y Crístobal, muy juguetón, besuqueó las costas de las Carolinas. Ese sería mi parte meteorológico. Es la época de obsesionarse con los huracanes. Todo el santo día, y en todos los canales, la noticia del momento (el gancho periodístico) es la situación en los trópicos. No se refieren a si la gente come o tiene frío como los pollitos, no es el estado de las altas capas de la atmósfera. Estudié geografía en primero de Bachillerato en Cuba allá por el año 1953 en la era republicana . No recuerdo mucho de aquellas lecciones apenas los tipos de nubes y la rotación de los vientos. Eso sí el ojo del huracán era algo para no olvidar.
Cuando estaba castigado (en una granja de re-educación) en la península de Guanacahabibes (en la provincia de Pinar del Río, la más occidental de Cuba) pasamos un huracán que destruyó todas las instalaciones que no fuesen de concreto. Lo interesante fue que nos refugiamos en un almacén a medio construir sin puertas ni ventanas, tuvimos que inventar tablones para taponear los huecos, pero el edificio en ciernes, resistió y soportó vientos huracanados como todo un héroe. Cuando llegó el ojo del huracán salimos a ver los destrozos y luego a encuevarnos hasta el final. Eso fue en el año 1964. En las condiciones de cautiverio en que estaba no podría decirles el nombre del huracán. Solamente recuerdo que las casas de madera fueron demolidas por la fuerza del viento y las de mampostería (cubanismo por ladrillos, cemento y acero) resistieron. Pero no soy arquitecto para opinar sobre resistencia de materiales. La lección fue que le perdí el miedo a los huracanes hasta ahora que vivo en Miami en medio de una histeria mediatica: compra agua, alimentos que no tengan que ser cocinados, gasolina para el coche, compre..compre....compre... Claro los comerciantes en ese género hacen su agosto y su septiembre, hasta su noviembre vendiendo generadores, radios de batería, baterías de todo tipo y tamaño, planchas de plywood (si me matan no podría decirles cómo carajo se dice en castellano) pero ya tenéis la idea tablones de madera de pino o madera prensada.
Es una fiesta para el consumidor. Ahora que en Puerto Rico sí lo celebran mejor y reciben a los huracanes con bailes y ron. No me aguanto las ganas de largarme a la isla bonita en cuanto suene otro vientecillo huracanado en este Miami de ventas y compras, sin espíritu.

PD. SUGERENCIA de viejo chocho : ¿por qué no utilizar nombres de postres para los huracanes en lugar de personas? Yo no nombraría a un hijo mío Andrew o Karina por referencia a tan terribles experiencias. Ahora si se llamara Torreja, o flan, incluso coco rayado todo sería diferente.
Oigan esta conversación. "Coco rayado se llevó la mitad de las tejas de mi casa", "qué simpático ese coquito prieto". Menos traumatizante que Andrew O Karina se llevaron el techo y me dejaron en la calle.
Vale

1 comentarios:

Blogger Betty ha dicho...

y acaba de empezar la temporada...

4:58 p. m.

 

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