Una ventana abierta al cambiante mundo y el esfuerzo por tratar de ajustarse a esa realidad fugaz, a la que llamamos Vida

viernes, mayo 16, 2008

Toma chocolate, paga lo que debes


Ayer fue quince. Importante los días quince y treinta de cada mes, pues es día de pago en una de las clínicas donde laboro esporádicamente como terapeuta (estuve tentado de escribir terapuerta, Freud) mental. Fui a las once de la mañana a buscar mi cheque para no parecer desesperado por la platita. Por supuesto el parqueo del edificio con capacidad para unos 40 coches estaba repleto. Por lo que tuve que buscar un hueco en la calle ventidós del noroeste. Un barrio que se remodela luego de afeites, nuevas construcciones de oficinas y departamentos. Coloqué varias monedas pero el parquímetro no reaccionaba. Seguía con un terrible tufo a muerto. Entré asustado al edificio y el señor que estaba de seguridad en el lobby (oh, fortaleza de los vocablos anglos, debo decir el salón recibidor) me dijo "No se preocupe hace un año que están rotos". "Mierrda, me cogierron do moneda", repliqué en mi mejor dialecto cubano. "Una vez al mes viene uno de la ciudad y recoge las monedas, pero no arregla los aparatos". Entonces pensé que vivo en una burbuja. Mi área es la tercera en valor en el condado y en mi barrio ya no existen los parquímetros del paleolítico si no unos modernos equipos que aceptan tarjetas de crédito y te dan un recibo que debes colocar en un lugar visible del coche para evitar la multa. Dos mundos separados apenas por diez minutos de travesía en coche.
Luego caí en cuenta que vivo en un paraíso y sentí pena por aquellos prisioneros de la miseria en el tercer mundo. Mi penar duró quince segundos. Algo es algo. A pesar de mi cinismo afrancesado, mi endurecido corazón ofreció, brevemente, la visión de que todavía soy humano.
Wesbri

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